Por NCR
Los seres humanos nos buscamos en
el espejo de lo que admiramos, en las gestas de los héroes que encarnan los
valores y búsquedas que dan sentido a nuestras vidas. En esa búsqueda, la épica
(del adjetivo epikos, relativo a la poesía heroica), nos remite al relato de
hechos legendarios que, por la desmesura de su heroísmo, están en el límite de
la ficción y la realidad, los que acercan a los mortales a la categoría de
verdaderos dioses.
La etapa 20 del Giro de Italia
2013, con sus 210 kilómetros, con las devastadoras rampas de las tres cimas de
Lavaredo castigando a los ciclistas bajo el volátil armiño de la nieve y sus 14
grados bajo cero, ha vuelto a dar su real significado a esa palabra.
Vicenzo Nibali, el ganador de la
etapa, pidió que le echaran té caliente en las manos después de cruzar la meta,
para poder quitarse los guantes sin mucho dolor, pues en sus palabras "estaba
preocupado de que se me quedara un dedo en el guante". El colombiano Fabio
Duarte, segundo en la meta y menos acostumbrado a los climas glaciales, en sus
primeras declaraciones dio cuenta del terrible sufrimiento que significó su
esfuerzo: “debo confesar que alcancé a llorar por el dolor que significaba no
sentir las manos ni los pies por el intenso frio mientras escalaba”. Rigoberto Uran, quien completo el podio,
cruzó la llegada con sus cejas escarchadas, blancas; la viva imagen de un
moderno moisés qué, en lugar del mar, arribaba a meta partiendo en dos la
blanca montaña con sus pedalazos, para anunciar la buena nueva del ciclismo
colombiano: el nuevo testamento del ciclismo lo están escribiendo los
escarabajos de los Andes.
Una etapa individual ganada con
Uran y otra para los dos colombianos del Sky en la crono por equipos; tres
segundos lugares con Betancur además del de Duarte; muchos top 5 y top 10 con
otros ciclistas del país del legendario Cochise; el subcampeonato de Uran; la
quinta plaza con Betancur (el mejor joven del Giro); presencia de los
colombianos en todas las clasificaciones y en casi todas las escapadas de la
ronda, ratifican la verdad incontestable del regreso del ciclismo colombiano al primer plano de Europa.
Épica, no cabe otra palabra. Y
tendremos que acostumbrarnos a ella porque a los triunfos alcanzados en
distintos continentes por Quintana, Henao, Arredondo, Acevedo, Sánchez, Chamorro y muchos otros
colombianos, tan sólo en lo que va del 2013, habrá que sumarle lo que harán en
el segundo semestre los Chaves, Anacona, Rubiano, Serpa, Sarmiento, y tantos
otros que el poco espacio de una nota hace imposible nombrar.
Épica, escrita con mayúsculas,
porque el heroísmo de sus logros rebasa los límites de lo que era creíble hace
sólo un par de años. Épica, porque han surgido de la pobreza y el esfuerzo
máximos, en un país que poco a poco debe acostumbrarse a que sus mitos no
pueden estar entre los delincuentes que idealizan las series de televisión,
mientras algunos de sus verdaderos héroes recorren el país y el mundo limpiando el nombre
de Colombia con su sacrificio, y arriesgando sus vidas sobre una frágil
bicicleta.