viernes, 8 de julio de 2016

UNA TELENOVELA QUE TERMINARÍA EN DIVORCIO

CONTADOR - KREUZIGER

UNA NOVELA QUE TERMINARÍA EN DIVORCIO




La foto dice mucho, pero no lo dice todo. Tomada a espalda –la resentida espalda- de Alberto contador, la imagen amplía la soledad del pinteño porque, entre el sólido muro de camisetas, refulge el fosforescente brillo de la de su coequipero, Roman Kreuziger. Un Kreuziger que medio se vuelve a verlo, no se sabe si con preocupación o alivio, desde una insalvable distancia.

El  checo argumenta que no escuchó, que no se dio cuenta del predicamento de su líder. Contador, que cada vez pedalea mejor, se destapa en la salida de la sexta etapa y lo denuncia: su “compañero” desobedeció las órdenes del equipo…pero, agrega, ya todo está arreglado.

¿Arreglado? Hummm. Si nadie le cree a Roman (nosotros tampoco), estamos ante una herida que cerrará lento y dejará cicatrices, porque el asunto pasó del entorno del equipo al circo del Tour, a los titulares y entrevistas, convirtiéndose en un culebrón de telenovela, reviviendo viejas historias de canibalismo por el liderazgo y haciendo saltar del diccionario del pedal palabras como lealtad, solidaridad, estrategia. Palabras que aluden a intereses personales en un equipo que –supuestamente- se acaba, o también al desgobierno y la impotencia de su director deportivo.  Curioso para un equipo que en el 2000 llamó a sus filas, como consejero de estrategias colectivas, al ex soldado de la Unidad de Fuerzas Especiales del Ejército Danés (la Jægerkorpset), Bjarne Slot Christiansen, quien impuso una filosofía y métodos de trabajo basada en cuatro valores: comunicación, lealtad, compromiso y respeto. Un chiste, considerando la imagen que dio el equipo en esa quinta etapa

QUIEN MANDA A QUIEN

Esa filosofía del actual tinkoff fue con Bjarne Riis, el antiguo propietario y director, sacado a codazos por el nuevo patrón. Riis fue un ciclista tan ligero como una nevera antigua, que se elevó al cajón principal del Tour con mejores alas que el Redbull: el danés prefirió la seguridad de la EPO (en su confesión aseguró que fue “sólo” durante cinco años).

Ahora es diferente: en el Tinkoff es tan visible como su camiseta que, quien manda, es don dinero y don dinero se llama Oleg Tinkov. El director deportivo es un asesor de bolsillo del ególatra propietario, uno de esos ricos que dejó otro desgobierno, el que sucedió a la Unión soviética. Un festival de oportunidades para los emprendedores; pero también -y acaso más- para los ladinos, los ex funcionarios, los militares, y para los delincuentes con buenos abogados.  Y ese entorno en el que forjó fortuna el magnate, de seguro no es el paraíso de la lealtad. Pues bien, Oleg ha sido un poco de todo eso que se necesitaba para triunfar allí: inició su camino estudiando minería, luego creó una pequeña empresa de tecnología, de allí pasó a los alimentos y la cerveza, y aterrizó, como no, en el menos que solidario mundo financiero. La fortuna no le llegó vestida de lotería, simplemente estaba ceñida a uniformes, trajes de funcionarios y, según se dice con retumbantes ecos, vestida de los trajes costosos de la mafia rusa. La suerte, pero la suerte de tener buenos “amigos”.

Y el que manda en el Tinkoff es un tiburón que se ceba en esos triunfos que le permiten pisar el podio y llenar las pantallas del mundo con su sonrisa de guasón; triunfos que en lo que va de Tour han tenido larga melena y nombre de Papa: Peter. Y el que manda no solo es exitista,  también es un mediático matoneador que regaña y amenaza, ya sea a Alberto Contador o Sagan (porque según él no justificaban su salario), ya sea a la UCI o la ASO, por el botín de euros que arrastra el carnaval del ciclismo, o porque una regla no se acomoda a sus intereses.  



LA PAREJA EN DISCORDIA

Casi todo es sabido sobre Contador: es muy valiente, ataca desde lejos, vive de cuando en cuando los extremos de mucha buena o muy mala suerte, es hábil con la palabra y la usa para desestabilizar a sus rivales como si estuviese en un juego de póker –y con ello se ha hecho de buenos aliados circunstanciales en momentos críticos, y de rivales enconados-, no da un paso sin contar con sus asesores de imagen y su nombre ha estado asociado al ciclismo de la sucia estirpe por la Operación Puerto (sin reales pruebas) y por el descalificador uso del clembuterol, que según él, provenía de una jugosa tajada de carne contaminada. En resumen, Contador es un fenómeno mediático y claramente un líder en toda regla.

Roman Kreuziger ha sido un ciclista dotado, un escalador vigoroso en clásicas y un diésel en las grandes; pero sería más fácil calificarlo como un “aguas tibias”, un ciclista irresoluto…hasta ahora. Tal vez hasta ahora, cuando se decide a optar por sí mismo, quizá consciente de que está pasando el meridiano habitual de maduración del ciclista (tiene 30 años). Su capacidad la rubrica con la general de la Vuelta a Suiza (2008) el Tour de Romandía (2009), la Amstel Gold Race; sin embargo, parece pesarle como una losa el cartel de líder de equipo y, en su lugar, se ha hecho un nombre como gregario. En esa función ha vivido la decepción de arrastrar a Contador, con quien formó fiel pareja, en el Tour de Francia 2013. Su 5º lugar habría sido un podio de no ser porque lo dio todo remolcando a un jefe visiblemente inferior en fuerzas. Fue obediente y lo pagó mirando la premiación desde abajo. El de Pinto, al parecer, se quedó corto en los agradecimientos a su locomotora checa.

Ahora, otra vez, parece que Alberto está un punto más abajo debido a las secuelas de las caídas y también ahora el equipo parece estar a punto de acabarse. Los años pasan y las oportunidades del hijo de otro Roman (también ciclista y ganador de clásicas) se acortan. De seguro pensaba en eso cuando lo atrapó para la historia la foto reveladora.

Contador, es nuestra impresión, aún no lleva mortaja ciclística en este Tour, pero debe saber que al menor despabile será abandonado a su suerte por Oleg y Yates, el dócil director deportivo. El ruso porque es impaciente, triunfalista, mezquino; Yates, porque no se puede jugar su prestigio con un resultado catastrófico si, apoyando a su líder, sacrifica las oportunidades con su segunda espada. Majka y los otros ya están muy lejos, y con el presupuesto del tinkoff se tiene que lograr más que top 10 en las grandes. Una encrucijada.

El mundo ciclístico es curioso. Eusebio Unzue le pagó años de resultados a Valverde, apoyándolo para que llegase al podio del Tour, y fue –seguramente con razón- responsabilizado de hundir con ello el Tour de Quintana. Arriesgó demasiado siendo agradecido con Valverde, que tantos triunfos y dedicación le ha reportado. Por otra parte, los medios vieron con buenos ojos que Mikel Landa buscara su propia historia en desfavor de Aru, en el Giro pasado, cuando también era claro que el vasco estaba mejor que su líder. Asunto de carisma e imagen, diríamos.

Contador esta aún vivo y coleando, ahora; pero en la quinta etapa se quedaba por segunda vez y en ascensos de medio pelo. Roman tomó una decisión controvertida alegando problemas de pinganillo, problemas “de comunicación” -fueron sus palabras-. Pues bien, según las estadísticas esa es la mayor causa de separación entre parejas. Así que si bien el desenlace de la telenovela sobre el fin del equipo de Oleg todavía tiene capítulos, el de la pareja en discordia si tiene fecha de caducidad: se sabrá en la etapa de este 9 de julio, que pasa, como en las historias interesantes, por el cielo y el infierno. El cielo del Tourmalet y tres puertos más, para terminar a cuchillo en un descenso infernal, y para la pareja Contador-Kreuziger, parecería que terminará en un desabrido divorcio.