sábado, 18 de mayo de 2019

LA CITA



(Escrito en el celular, de pasajero, sin tiempo para revisiones pero con animo de Giro).

LA CITA

La bomba de tiempo espera, ya lista y ya activada, bajo las tranquilas mecedoras de los capos de escuadra del Giro.

Esos mismos capos que han convertido en Tour a la Corsa Rosa, con su correr de amarretes contadores de calorias y watts, esos cuyas miradas no ven cincuenta metros adelante, sino que se pierden en el nevado y gélido horizonte de la terceta semana. 

Fueron varias las citas con el valor a las que acudieron los padrinos pero de las que se excusaron los contendientes, y por ello el Giro no ha sido el escenario de las emboscadas, quedándose en una competencia de mera eliminación, donde la suerte ha ocupado en la definición de la general el lugar que correspondía a los actores principales. 

No solo la suerte ha mostrado su cara impredecible y a veces cruel; también varios actores de reparto se han rebelado contra un guion que parece fabricado por el escritor de los ultimos Tour de Francia, con escapadas minuteras, con andares trotones, con un grupo guardando en el banco los ahorros para las cronos y cuestas por venir.

Mas, no hay plazo que no se cumpla, como dice el adagio. Ha llegado la hora de destapar las cartas, de saber si Roglic ha perdido su punch, o si, aprendido en el ajeno cuerpo del desfondado Yates del 2018, dejó ir a Carapaz por razones de estrategia. La hora ha llegado para un Yates que entró al Giro escupiendo al pavimento y pisando la saliva como retador matoncillo de colegio; "si yo fuera mis rivales, tendría que cambiar de calzoncillos", eso dicen que dijo. Ahora es tiempo de que demuestre que puede aterrorizarlos, con su poder ciclistico, hasta la penosa incontinencia estomacal. 

Parco, sereno, trabajador y disimulando con su hablar quedo los signos de un inoportuno resfriado que parece no haber ido a más, Miguel Ángel López esquiva las preguntas fuera de carrera, pero asoma su faz concentrada en los momentos decisivos.

Nibali, siempre Nibali, está allí, haciendo honor a su remoquete. El tiburón de desliza silencioso, escondido entre el cardumen de los pequeños peces que ondulan y dan volumen al colorido lote. Y el scualo olfatea y acecha la debilidad, la sangre de la presa. No dejes ver, Roglic, una gota, pues este tiburón cimbrerá sobre el caudal del asfalto para hacer su festín, igual que hará con cualquier otro.

La bomba de tiempo corre ya para todos y estallará este domingo en una crono engañosa, mitad plana, mitad ascenso, mitad de nada y mitad de todo. No es la crono clásica ni la cronoescalada, no hay porcentajes para que el escalador haga valer su ventaja peso/potencia, y tampoco será el manjar que desearía el especialista de la mera potencia. Incluso los directores técnicos no prevén cambio de la cabra, pues suponen que hasta la rueda lenticular dará beneficios en todo el recorrido. 

La bomba de tiempo estallará también para esos actores secundarios que quieren encarnar al héroe de la película: los Conti, los Rojas, los Carboni. Y algunos a su paso o frente al televisor se pondrán de su lado, como se hace callada fuerza por el más débil en la pelea de box, cuando no se tiene un favorito. 

La bomba de tiempo explotará lenta; en la cerca de una hora de agónico esfuerzo contra el aire, el cansancio y el miedo a la debacle, y su estruendo acallará todos los sonidos, exepto el del viento, que siempre brama en los oídos para recordarles el poder de su invisible tapia, y ese muro los hara sentir en la boca una lengua dilatada -que impide respirar-, y esta vez no habrá gregarios salvadores. Solo el ciclista contra sí mismo y solo cada uno contra un ejercito al que une un único afán: el de derrotarle.

Carapaz, Bilbao, Landa, Majka, y los demás, escucharán todos el llamado del tiempo...
Tic Tac, tic tac, tic tac. Ya no hay relojes que resuenen, es el intranquilo corazón martillando en la noche insomne. 
Tic Tac, tic tac, tic tac. La bomba de tiempo resuena en cada gota de lluvia contra la ventana.
Tic Tac, tic tac, tic tac. Dicen que nadie está más solo que Díos en el infinito...excepto un ciclista ante una infinita hora de soledad.