CONTADOR - KREUZIGER
UNA NOVELA QUE TERMINARÍA EN DIVORCIO
La foto dice mucho, pero no lo
dice todo. Tomada a espalda –la resentida espalda- de Alberto contador, la
imagen amplía la soledad del pinteño porque, entre el sólido muro de camisetas, refulge el
fosforescente brillo de la de su coequipero, Roman Kreuziger. Un Kreuziger que medio se
vuelve a verlo, no se sabe si con preocupación o alivio, desde una insalvable
distancia.
El checo argumenta que no escuchó, que no se dio
cuenta del predicamento de su líder. Contador, que cada vez pedalea mejor, se
destapa en la salida de la sexta etapa y lo denuncia: su “compañero”
desobedeció las órdenes del equipo…pero, agrega, ya todo está arreglado.
¿Arreglado? Hummm. Si nadie le cree a
Roman (nosotros tampoco), estamos ante una herida que cerrará lento y dejará
cicatrices, porque el asunto pasó del entorno del equipo al circo del Tour, a
los titulares y entrevistas, convirtiéndose en un culebrón de telenovela, reviviendo viejas historias de canibalismo por el
liderazgo y haciendo saltar del diccionario del pedal palabras como lealtad,
solidaridad, estrategia. Palabras que aluden a intereses
personales en un equipo que –supuestamente- se acaba, o también al desgobierno y la
impotencia de su director deportivo. Curioso para un equipo que en el 2000 llamó a
sus filas, como consejero de estrategias colectivas, al ex soldado de la Unidad
de Fuerzas Especiales del Ejército Danés (la Jægerkorpset), Bjarne Slot Christiansen, quien impuso
una filosofía y métodos de trabajo basada en cuatro valores: comunicación,
lealtad, compromiso y respeto. Un chiste, considerando la imagen que dio el
equipo en esa quinta etapa
QUIEN MANDA A QUIEN
Esa filosofía del actual tinkoff
fue con Bjarne Riis,
el antiguo propietario y director, sacado a codazos por el nuevo patrón. Riis fue un ciclista tan ligero como una
nevera antigua, que se elevó al cajón principal del Tour con mejores alas que
el Redbull: el danés prefirió la seguridad de la EPO (en su confesión aseguró
que fue “sólo” durante cinco años).
Ahora es diferente: en el Tinkoff
es tan visible como su camiseta que, quien manda, es don dinero y don dinero se
llama Oleg Tinkov. El director deportivo es un asesor de bolsillo del ególatra propietario,
uno de esos ricos que dejó otro desgobierno, el que sucedió a la Unión soviética. Un festival de oportunidades para los emprendedores; pero también -y acaso más-
para los ladinos, los ex funcionarios, los militares, y para los delincuentes con
buenos abogados. Y ese entorno en el que
forjó fortuna el magnate, de seguro no es el paraíso de la lealtad. Pues bien, Oleg
ha sido un poco de todo eso que se necesitaba para triunfar allí: inició su
camino estudiando minería, luego creó una pequeña empresa de tecnología, de
allí pasó a los alimentos y la cerveza, y aterrizó, como no, en el menos que
solidario mundo financiero. La fortuna no le llegó vestida de lotería,
simplemente estaba ceñida a uniformes, trajes de funcionarios y, según se dice
con retumbantes ecos, vestida de los trajes costosos de la mafia rusa. La
suerte, pero la suerte de tener buenos “amigos”.
Y el que manda en el Tinkoff es
un tiburón que se ceba en esos triunfos que le permiten pisar el podio y llenar
las pantallas del mundo con su sonrisa de guasón; triunfos que en lo que va de Tour han tenido larga melena y nombre de Papa: Peter. Y el que manda no solo es
exitista, también es un mediático matoneador
que regaña y amenaza, ya sea a Alberto Contador o Sagan (porque según él no
justificaban su salario), ya sea a la UCI o la ASO, por el botín de euros que
arrastra el carnaval del ciclismo, o porque una regla no se acomoda a sus
intereses.
LA PAREJA EN
DISCORDIA
Casi todo es sabido sobre
Contador: es muy valiente, ataca desde lejos, vive de cuando en cuando los extremos
de mucha buena o muy mala suerte, es hábil con la palabra y la usa para desestabilizar
a sus rivales como si estuviese en un juego de póker –y con ello se ha hecho de
buenos aliados circunstanciales en momentos críticos, y de rivales enconados-, no
da un paso sin contar con sus asesores de imagen y su nombre ha estado asociado
al ciclismo de la sucia estirpe por la Operación Puerto (sin reales pruebas) y
por el descalificador uso del clembuterol, que según él, provenía de una jugosa
tajada de carne contaminada. En resumen, Contador es un fenómeno mediático y claramente
un líder en toda regla.
Roman Kreuziger ha sido un
ciclista dotado, un escalador vigoroso en clásicas y un diésel en las grandes;
pero sería más fácil calificarlo como un “aguas tibias”, un ciclista irresoluto…hasta ahora. Tal vez hasta ahora, cuando se decide a optar por sí mismo, quizá consciente de que está
pasando el meridiano habitual de maduración del ciclista (tiene 30 años). Su
capacidad la rubrica con la general de la Vuelta a Suiza (2008) el Tour de
Romandía (2009), la Amstel Gold Race; sin embargo, parece pesarle como una
losa el cartel de líder de equipo y, en su lugar, se ha hecho un nombre como
gregario. En esa función ha vivido la decepción de arrastrar a Contador, con
quien formó fiel pareja, en el Tour de Francia 2013. Su 5º lugar habría sido un
podio de no ser porque lo dio todo remolcando a un jefe visiblemente
inferior en fuerzas. Fue obediente y lo pagó mirando la premiación desde abajo.
El de Pinto, al parecer, se quedó corto en los agradecimientos a su locomotora
checa.
Ahora, otra vez, parece que
Alberto está un punto más abajo debido a las secuelas de las caídas y también ahora
el equipo parece estar a punto de acabarse. Los años pasan y las oportunidades
del hijo de otro Roman (también ciclista y ganador de clásicas) se acortan. De
seguro pensaba en eso cuando lo atrapó para la historia la foto reveladora.
Contador, es nuestra impresión,
aún no lleva mortaja ciclística en este Tour, pero debe saber que al menor despabile será
abandonado a su suerte por Oleg y Yates, el dócil director deportivo. El ruso
porque es impaciente, triunfalista, mezquino; Yates, porque no se puede jugar
su prestigio con un resultado catastrófico si, apoyando a su líder, sacrifica
las oportunidades con su segunda espada. Majka y los otros ya están muy lejos,
y con el presupuesto del tinkoff se tiene que lograr más que top 10 en las
grandes. Una encrucijada.
El mundo ciclístico es curioso.
Eusebio Unzue le pagó años de resultados a Valverde, apoyándolo para que llegase
al podio del Tour, y fue –seguramente con razón- responsabilizado de hundir con ello el
Tour de Quintana. Arriesgó demasiado siendo agradecido con Valverde, que tantos
triunfos y dedicación le ha reportado. Por otra parte, los medios vieron con
buenos ojos que Mikel Landa buscara su propia historia en desfavor de Aru, en
el Giro pasado, cuando también era claro que el vasco estaba mejor que su
líder. Asunto de carisma e imagen, diríamos.
Contador esta aún vivo y
coleando, ahora; pero en la quinta etapa se quedaba por segunda vez y en
ascensos de medio pelo. Roman tomó una decisión controvertida alegando
problemas de pinganillo, problemas “de comunicación” -fueron sus palabras-. Pues
bien, según las estadísticas esa es la mayor causa de separación entre
parejas. Así que si bien el desenlace de la telenovela sobre el fin del equipo de Oleg todavía
tiene capítulos, el de la pareja en discordia si tiene fecha de caducidad: se
sabrá en la etapa de este 9 de julio, que pasa, como en las historias
interesantes, por el cielo y el infierno. El cielo del Tourmalet y tres puertos
más, para terminar a cuchillo en un descenso infernal, y para la pareja Contador-Kreuziger,
parecería que terminará en un desabrido divorcio.